Hay un cedro en nuestro cementerio que está próximo a cumplir los 140 años (pues ya eran arbolitos cuando llegaron aquí para ser plantados). Siendo aun muy joven, un viejo miembro de nuestra iglesia me contaría su historia:
Cuando nuestros primeros conversos acabaron de amurallar el cementerio y colocada su puerta, acordaron entre ellos, que en el se plantaran cipreses y cedros; pero que estos (los cedros) fueran traídos directamente del Líbano.
¿Por qué querrían que fuesen traídos del Líbano?
Ya nos podemos imaginar el problema, porque en aquel tiempo todo el comercio se hacía por vía marítima y las travesías resultaban demasiado lentas, pues habría que pensar que algún cuidado necesitarían dichos árboles en su cruce por el Mediterráneo. Se solicitaron 6 cedros de los cuales solo prendieron 4, y ahora solo nos queda ese que vemos en la imagen.
De chaval apenas me había fijado mucho en ese árbol, para mi era uno de tantos; pero a partir de entonces comenzaría a verlo con mucho respeto, tanto que una tarde de 1982, tal vez por verle algo decrépito, afectado por una gran rama que le habían cortado, me salió esto:
¡Oh, viejo, manso y noble cedro!
Cedro centenario y solitario entre cipreses
Que presides las tumbas de los muertos.
Del cercano oriente te trajeron aquellos
Que este sitio vallaron para que llegada su hora
Le dieses tu enarbolada sombra al albor de su bíblico recuerdo.
¡Memoria de Salomón! ¡Las glorias de su templo!
¡Cedro del Líbano rumoreando al viento!
Tres grandes ramas te han salido más una de ellas
te han talado; ¡No mueras cedro mío!
¡Mantén para nosotros vivo el recuerdo
de aquellos que pelearon defendiendo su camino!
Bajo tu sombra fueron posados sus cuerpos en ara
de piedra y cantos de gloria entonarán
las bocas de los que aquí quedamos.
Con tus raíces clavadas en tierra y elevando tus ramas al cielo
Pareces querer simbolizar la fe de aquellos que nos precedieron.
¡Memorias de Salomón, las glorias de su templo
Cedro del Líbano rumoreando al viento!
Daniel Sampedro Recamán