Aunque hoy en día nos pueda causar sorpresa, en 1857 había en España 2.655 pueblos sin cementerio, pues la costumbre era enterrar en la Iglesia o bien en el terreno que la circundaba (en los atrios).
Esta costumbre dio lugar a problemas de salud pública, al aumentar la población. Los diferentes gobiernos, a lo largo de los años, dictaron leyes para corregir este problema, pero las gentes no querían cambiar la costumbre de ser enterrados en los límites de la Iglesia, y muchos se negaban a usar los nuevos cementerios.
Dado que el espacio del cementerio se ceñia al mundo católico, quedaban excluidos de él los que no integraban esta comunidad: apóstatas, excomulgados, suicidas, pecadores públicos y ahogados. En un pueblo marinero como Marín esta última circunstancia tenía mucha importancia.
En 1831 el rey Fernando VII autoriza la construcción de cementerios civiles a los protestantes extranjeros, en los mismos lugares donde se enterraba a los suicidas; la disposición real dice así:
"... que se observen las formalidades prevenidas, a saber, que se cierre con tapia, sin iglesia ni otra señal de templo, ni culto púbico ni privado, poniéndose de acuerdo con las autoridades locales". Real Orden de Fernando VII -1831-
En esta fecha se estableció el primer cementerio de protestantes en España, en Málaga.
En esta ciudad había una colonia de británicos, que debido a la industria y comercio de esta zona, estaba creciendo. En 1877 eran como 300 personas que al no poder ser enterrados en los cementerios existentes en la zona, hasta la construcción de este cementerio, los ingleses eran enterrados e la playa al anochecer, pues no estaba permitido hacerlo a la luz del día.
Este cementerio solucionaba el problema para los ingleses de esa zona pero en el resto del territorio español, para los que no profesaban la fe católica el problema continuaba.
En 1833 la Real Orden del 2 de Abril dispone que en todos los ayuntamientos, cabezas de partido judicial de España o en aquellos mayores de 600 vecinos, se establezca al lado del cementerio católico, pero respetando su cerramiento, es decir al lado, pero sin estar comunicados, un espacio destinado a los muertos fuera de la religión católica.
Al establecerse la libertad de cultos, se amplían los recintos, los terrenos para disidentes mejoran las condiciones de limpieza y mantenimiento.
Solamente cuando se estableció la democracia los muros que separaban ambos recintos se quitaron para tener un cementerio sin distinción de credos.
TESTAMENTO DE JOSÉ RAMÓN POUSADA
José Ramón Pousada, uno de los primeros creyentes evangélicos de Malvido, Ardán, enfermó de gravedad y haciendo su testamento deja claro que quiere ser enterrado conforme a los ritos de la iglesia evangélica, queriéndose asegurar de que nadie pudiese estorbar su entierro; este testamento es de fecha del 15 abril de 1884.
Cuando Ramón murió, se presentó el problema ¿Dónde enterrarlo?
En Ardán no había cementerio civil, el cementerio evangélico de "As Travesas" aun no existía; los familiares intentaron que se les dejase enterrarlo en el cementerio parroquial, cosa que no permitió el cura, los familiares desesperados estaban a punto de abrir una fosa en su propia aldea, cuando las autoridades dieron la solución.
El Alcalde de Marín, tuvo que intervenir para exigirle al párroco que lo dejase enterrar, envió dos guardias civiles para custodiar el cortejo fúnebre y dio aviso a D. Tomás Blamire que también había acudido a las autoridades para solucionar el problema, diciéndole que hiciese el sepelio bajo la responsabilidad del Alcalde. Fue enterrado en propio atrio de la iglesia de Ardán.
CONSTRUCCIÓN DEL CEMETERIO EVANGÉLICO EN 1885
Ante los problemas que surgieron al necesitar enterrar a los creyentes evangélicos que morían, y al negárseles la sepultura en los cementerios de las parroquias, que no siempre tenían una parcela para disidentes en la cual se enterraban a los ahogados, suicidas y delincuentes; e incluso habiéndola, en algunas ocasiones se les negaba la sepultura.
Debido a esas circunstancias se tuvo la necesidad de construir un cementerio evangélico. Tomás Blamire solicita al Gobernador Civil de Pontevedra permiso para construir un cementerio de disidentes asumiendo él todos los costes, en marzo de 1885; la instancia pasa a la Corporación municipal de Marín, que en sesión del 21-6-1885 autoriza su construcción en el terreno que recibía el nombre de "As Travesas" o "Veigas de Seixo", perteneciente a la parroquia de San Tomé de Piñeiro, debiendo levantar un muro de "12 cuartas de alto y 2 de grosor" quedando el cementerio bajo la vigilancia e inspección del Ayuntamiento.
El cementerio fue formado por varias parcelas; Ramona Souto García donó una finca de su propiedad, Tomás Blamire compró un terreno lindante a nombre de la Iglesia Evangélica de San Tomé. Unos años después fue ampliado, con una donación de la familia Blanco, que establecieron como condición, el tener el derecho de ser enterrados en ese cementerio.
Ramona Souto donó la finca en la que tuvo que enterrar su marido, José Benito García Bernárdez, al habérsele negado sepultura en el cementerio parroquial de San Tomé, y como en Marín no había cementerio de disidentes, solicitaron en última instancia su enterramiento en el cementerio de disidentes de Pontevedra y siendo denegado por las autoridades, sepultó a su marido en una finca de su propiedad, quedando esta circunstancia reflejada en su partida de defunción.